Lo menos que se puede decir del acuerdo entre Kirchner y Lavagna sobre la normalización del PJ es que sorprendió. Y si no sorprendió, así debió haber sido: el pase de trapesísta de Lavagna desde el oficialismo a la oposición, y de ahí nuevamente al oficialismo, es una mala noticia, que merma la seriedad del sistema político y da argumentos a las voces interesadas en el descreimiento general (escenario negativo si los hay). Cuanto le costará en imagen al ex ministro es algo que se irá viendo, pero resulta obvio que algo lo afectará, sobre todo de cara a las claeses medias urbanas, su tribuna principal. En su defensa cabe reconocer que su espectro de opciones se había achicado mucho luego de que se quebrara su alianza después de las elecciones, pero esta movida no solo lo deja cerca de la "borocotización", sino que implica un reconocimiento implícito de que su proyecto político fracasó. El haber quedado a la saga de Carrió en las elecciones, y por ende averiado como alternativa opositora, lo dejaba en una encrucijada de difícil resolución, pero da la impreción que su modo de volver a primer plano le va a terminar restando más de lo que le suma.
Del lado del oficialismo la cosa es bien distinta: primeramente logra recapturar para su rebaño a quien hace solo unos meses salió tercero en la elección presidencial, con un caudal de votos (nada desdeñable por cierto) que araño el 17 por ciento. Esto sin dudas afianza su imagen de superioridad aplastante respecto de las otras fuerzas, que en algún momento tendrán que mirarse al espejo. Además podrá darle algún aire de pluralidad y renovación a su reforma del Partido Justicialista, algo que siempre suma algún que otro poroto. Pero de cualquier manera está claro desde hace rato que el kirchnerismo cuenta, si no con la lealtad, si con el acompañamiento de practicamente todo el justicialismo. En ese sentido su intención de reducir a la menor expresión posible al peronismo no kirchnerista, se ve cimentada con esta maniobra, dejando a los Rodriguez Saa cacareando casi en soledad.
En cambio, los que mas perdieron fueron, nuevamente, los perseverantes radicales, al deshacerse la balza de la que a duras penas lograban aferrarse. Aunque "calavera no chilla", ya que fueron ellos los que empezaron a romper el acuerdo con Lavagna, el mismísimo 29 de octubre.
De cualquier manera surge, inevitable, una verdad de perogrullo: este tipo de maniobras no quedan nunca en las páginas importantes de la historia; apenas en el anecdotario. En cambio, la renovación del sistema de partidos, algo de lo que se empieza a hablar cada vez con mayor frecuencia, sí merecerá su capítulo, si logra que las aguas de la escena política nacional se continúen aclarando... y siempre que la lente esté cada vez más enfocada en lo único que realmente importa en esta materia: el desarrollo de Argentina.
miércoles, 6 de febrero de 2008
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