jueves, 24 de julio de 2008

Se le pide al lector que imagine la siguiente escena: hay un ecuentro entre dos señoras, muy diferentes entre sí. Estas señoras tienen, hasta donde llega el conocimiento del autor de estas líneas, solo dos características en común: ambas son dirigentes políticas; ambas hablan continuamente de religión. Por lo demás, no se parecen en nada. La primera es progresista, identificada claramente con una posición de centroizquierda. Cuando recibe alguna embestida que pretende "correrla por izquierda" responde de inmediato que no piensa "hacerle el juego a la derecha". Es muy crítica con todos los personajes y símbolos de la derecha, desde las empresas privatizadas y los bancos hasta los medios y periodistas que siguen esa línea. Habla de reestatizar a las empresas petroleras, de regulación pública, de intervención del estado en la economía. La segunda es todo lo contrario. Caracteriza a los problemas del país como "preideológicos". Se rodea de algunos personajes muy identificados con la derecha económica y partidaria. Destila odio por los cuatro costados. Compara a Kirchner con Ceaucescu, con Hitler, con Mussolini. Habla de "dejar en paz" (expresión de derecha si las hay) "al campo", de eliminar las retenciones. Y compara a la reestatización del sistema jubilatorio con "el tren a Warsovia", en referencia al holocausto. Claro que en rigor estas dos señoras nunca podrían encontrarse porque son la misma persona: ambas son Elisa Carrió; la primera en sus versiones 2001, 2002 o 2003, y la segunda en su patética versión 2008.

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