Lo negativo: para empezar a nadie escapa que para el gobierno fué una derrota política de fuste. Un hecho de este tipo (una derrota parlamentaria sobre un tema candente) nunca deja de ser, en mayor o menor medida, un problema para el oficialismo, en cualquier lugar y en cualquier contexto. Pero en una situación mínimamente senzata, el tema nunca llega a mayores: al otro día la vida sigue y no es el fin del mundo. En este caso la derrota se multiplicó por 10 (o por 100) por la enorme cantidad de fichas que el gobierno (inexplicablemente hasta donde llega el saber de este servidor) decidió apostar en el conflicto. Obviamente decimos esto con el resultado puesto, "con el diario del lunes", pero el oficialismo pareció ningunear o minimizar a uno de sus sellos distintivos durante sus primeros años de mandato: su atención obsesiva y permanente del "humor social", de la "temperatura ambiente". Se suele comentar (un poco en broma, un poco en serio) que Kirchner se solía preocupar cuando su imagen positiva en las encuestas bajaba de 76 a 74 por ciento. Esta conducta pareció evaporarse en el conflicto con la derecha agropecuaria.
Paralelamente, supuso un fuerte envión (en principio anímico) para la oposición partidaria y mediática, que como es sabido, no cuestionan al gobierno sus errores sino mas bien por sus aciertos. Habrá que ver hasta qué punto logran avanzar con su agenda de derecha, pero si quien esto escribe tuviera que arriesgar un pronóstico, diría (a contramano de muchos analistas) que no se viene una derechización. Sin embargo está claro que como resultado inmediato el modo de resolución del conflicto deja un pésimo presedente: la moraleja pareciera decir "si usted es rico y quiere que sus impuestos sean menores, agreda al resto de la sociedad que va a ser recompensado; es más, una parte importante de esa misma sociedad lo va a apoyar". Insistimos, pésimo presedente, que termina premiando a un sector que no escatimó violencia ni conductas antinacionales en la búsqueda de sus fines insolidarios.
Pero está claro que nace una estrella. La votación, a pura especulación y ambición individualista del vicepresidente es claramente su boleto de tren al estrellato como figura política de peso. Si inmediatamente después de la votación había alguien tan desprevenido como para creer en "las razones de conciencia" esgrimidas por el Vice, el raid proselitista posterior hacia Mendoza terminó de reconfirmar lo obvio. ¿Hasta donde llegará la nueva figurita de la derecha nativa? Es muy difícil de saberlo hoy, pero está claro que la responsabilidad por haberlo puesto en la fórmula es algo de lo que oficialismo no se puede deslindar. Pero desde luego, como siempre, como en todo la última palabra siempre la tiene la ciudadanía.
Sin embargo hay cosas positivas para destacar. En primer lugar lo obvio: se termina (por fin y por ahora) un conflicto desgastante y agobiante como pocos.
Por otra parte, y sin hacer psicología de café, está claro que el gobierno exibió, de un tiempo a esta parte, un marcado exeso de confinaza. Tras el éxito arrollador de los años de mandato de Néstor Kirchner, el oficialismo pareció descuidarse en algunos temas y subestimar los obstáculos que se le fueron presentando. En esta sentido, no está mal que la gestualidad autoritaria y la postura de "acá mando yo" sean castigadas. El problema, claro, es que esto sucede, insistimos, en una disputa contra un empresariado insolidario y antinacional, que no economizó violecia para defender sus mezquinos intereses.
Pero como siempre, el tiempo dirá si fué más malo que bueno o más bueno que malo.

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